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Posted by : Melchor Espinosa
domingo, 24 de marzo de 2013
Esta historia
habla de un sastre, un zar y su oso.
Un día el zar
descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído.
El zar era
caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por
demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó
a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el
hacha del verdugo.
Nadie contradecía
al emperador de todas la Rusias, así que la guardia fue hasta la casa del
sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra
del palacio para esperar allí su muerte.
Cuando, cayo el
sol un carcelero le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato
de comida con la cuchara y mirando al carcelero
dijo – Pobre del zar.
- El carcelero
no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará
separada de tu cuerpo unos cuantos metros
mañana a la mañana.
- Si, lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá
mucho más que un sastre, el zar perderá
la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su propio oso
aprenda a hablar.
- ¿Tú sabes
enseñarle a hablar a los osos?, preguntó el carcelero sorprendido.
- Un viejo
secreto familiar... – dijo el sastre.
Deseoso de
ganarse los favores del zar, el pobre guardia corrió a contarle al soberano su
descubrimiento:
¡¡El sastre sabía
enseñarle a hablar a los osos!!
El zar se sintió
encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó:
-¡¡Enséñale a
mi oso a hablar nuestro gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a
hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo
es lo que menos tengo...
-El zar hizo un
silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje?
- Bueno,
depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre.
- ¡¡El oso es
muy inteligente!! – interrumpió el zar
– De hecho es
el oso más inteligente de todos los osos de Rusia.
-Bueno, musitó
el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo
creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... DOS AÑOS.
El zar pensó un
momento y luego ordenó:
- Bien, tu pena
será suspendida por dos años, mientras tanto
tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás!
- Alteza - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a
ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia, se las ingeniará
para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el
tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia.
- Eso no es
problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia
estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el
dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso
sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado
en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes,
verdad?
- Sí, alteza.
- Bien... ¡¡Guardias!! - gritó el zar –Que lleven al sastre a su
casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para
sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!
El sastre en
reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba
agradecimientos.
- No
olvides - le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la
frente – Si en dos años el oso no habla...
– Alteza... -
...Cuando todos
en la casa del sastre lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre
pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con
regalos para todos.
La esposa del
sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado
al cadalso volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante...
Cuando estuvo a
solas el hombre le contó los hechos.
- Estás LOCO –
chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has
visto un oso de cerca, ¡Estás, loco!
Enseñar a hablar
al oso... Loco, estás loco...
- Calma mujer,
calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora
tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años.
En dos años... –
siguió el sastre - se puede morir el
zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!!
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