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Posted by : Melchor Espinosa
viernes, 22 de marzo de 2013
Este cuento de Bucay que publico hoy, ya lo hemos escuchado y visto muchas veces, pero como con los grandes autores y las grandes historias pasa que a veces, y de forma inesperada encuantras nuevas interpretaciones. El principio del cuento cobra un nuevo sentido y se entiende mejor despues de ver "El guerrero pacífico"
Bueno espero que os guste:
EL BUSCADOR
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como
buscador
Un buscador es
alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa
alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una
búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de
Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían
de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos
días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un
poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la
atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,
pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla
pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a
entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de
descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y
empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas
como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos eran los de un
buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción
… “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un
poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida,
sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese
lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al
lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar
Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente
conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida.
Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del
muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más
tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor
terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí
y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si
lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa
con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños
muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre
esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal
maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre.
Le contaré:
cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta
que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a
partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta
y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo
duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró
esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres
semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El
minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el
nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más
deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto
duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?…
Así vamos anotando en
la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su
libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba.
Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
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