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- El Verdadero Valor del anillo.
Posted by : Melchor Espinosa
viernes, 19 de abril de 2013
Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
- Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no
tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien,
que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer
para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
- ¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo
resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme
tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te
pueda ayudar.
- E... encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que
otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas-.
- Bien -asintió el maestro-. Se quitó un anillo que llevaba
en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho agregó: Toma el
caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este
anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma
posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa
moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a
ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta
que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba
la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un
viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una
moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y
un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de
una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en
el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó su caballo y
regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda
de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación
y recibir entonces su consejo y su ayuda.
- Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que
me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que
yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
- ¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! -contestó
sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que
quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo
que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la
luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
- Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no
puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
- ¿¿¿¿58 monedas???? -exclamó el joven-.
- Sí, -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos
obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo
sucedido.
- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres
como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte
verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera
descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo
pequeño de su mano izquierda.
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